Los pescadores denuncian daños en las faenas productivas
Por Eduardo Reyes Frías
El lobo marino que ingresó al estero de Viña del Mar, despertando admiración del público, en ningún caso podría ser aplaudido por los pescadores que lo consideran una plaga. “Destruyen las redes y se comen las pocas merluzas disponibles”, alegan las caletas de Valparaíso y San Antonio. No obstante, la especie (Otaria flavescens) se encuentra protegida por un decreto del Ministerio de Economía que prohíbe la caza y cualquier aprovechamiento en todo el litoral del país. En consecuencia, se excluye la venta del aceite de lobo con virtudes medicinales, y tampoco se admite exhibir ejemplares en funciones de circo.
En cambio, durante mucho tiempo que se remonta a la época colonizadora, el mismo recurso acuático era utilizado con métodos artesanales. Así lo registró Juan Ignacio Molina, sabio naturalista, en 1782: “La piel se ocupa en hacer un tipo de balsa para cruzar los ríos y pescar en el mar; también sirve para hacer buenos zapatos y botas que resisten el agua. El aceite sirve para el alumbrado y la cocina…”
Reglamentaciones
Un primer reglamento, dictado en 1892, estableció la veda de lobos, nutrias y chungungos en los meses veraniegos, cuando estos animales se aglomeran en sitios costeros con fines reproductivos. La falta de fiscalización afectó principalmente a los cachorros recién nacidos, popies, cuya piel fina era mejor cotizada. Pero el garrotazo en la cabeza, “muy efectivo” según los loberos, sólo empezó a ser discutible desde 1970, a raíz de la defensa de las focas de Groenlandia que publicitó Brigitte Bardot, estrella del cine. Además, se organizaron entonces las conferencias mundiales del Medio Ambiente.
En Chile, acogiendo reclamos de los pescadores, las autoridades permitieron cuotas de caza y beneficio comercial del lobo marino, con variaciones anuales, hasta fines de la década de 1990. En paralelo, se iniciaron censos de las colonias loberas en su período de reproducción veraniega, contaje que incluye monitoreo aéreo.
El último informe registra una población total de 163.000 ejemplares, concentrados en las costas nortinas (62.000) y sureñas (83.300), mientras que la zona central alberga la menor cantidad. Asimismo, en vista de que a través de varios años subsiste una estabilidad numérica, cabe deducir que la especie está libre de peligro. Sin embargo, en atención al enfoque precautorio en defensa de los mamíferos marinos, el decreto reciente mantiene la veda extractiva de Otaria flavescens, con tres excepciones: estudios científicos, capturas limitadas para exhibición pública y 60 ejemplares para la comunidad kawashkar de Puerto Edén.
Alternativas de manejo
Doris Oliva y René Durán, biólogos de la Universidad de Valparaíso, han participado en los censos y en las investigaciones sobre la interferencia del lobo marino en la pesca y la salmonicultura. En esa perspectiva, los proyectos asumieron contactos internacionales, por cuanto la especie se distribuye desde el litoral de Perú hasta el sur de Brasil, en alcance bioceánico.
Frente a Chile, las colonias reproductivas son puntos de referencia poblacional, desde las cuales los animales se dispersan en la amplitud océanica en busca de alimentación. De esta manera, eventualmente pueden satisfacer su apetito con los innumerables peces que contienen las redes de pesca y las balsas con salmones de cultivo. El consumidor “oportunista” es parte del equilibrio natural, en la tierra y el mar.
En el análisis crítico de diversos proyectos y experiencias para mitigar los daños a las balsas salmoneras, los investigadores determinaron que los riesgos disminuyen en función directa de medidas precautorias, como es la instalación de redes defensivas y las “buenas prácticas” de evitar descargas de residuos biológicos cerca del cultivo marino. Son acciones paliativas del problema que alcanzó un 3 % del costo de producción acuícola.
La prevención y el rechazo del ataque lobero a la pesca en mar abierto son acciones mucho más difíciles de abordar, considerando la veda protectora del mamífero acuático. Los dispositivos sonoros de diferente frecuencia o intensidad fracasaron en la medida que los atacantes sacaban su cabeza fuera del agua. Tampoco funcionó la utilización de grandes orcas de goma que sólo sirvieron para simular un water polo. “Fue una batalla de contra inteligencia animal”, concluyó un experto.
En tanto la interacción del lobo marino con las actividades productivas se mantiene abierta, la autoridad del sector atenderá las alternativas de manejo que contempla la nueva Ley de Pesca, teniendo en cuenta el doble enfoque precautorio y ecosistémico.
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