La noticia de la muerte de Manuel Calvo Hernando nos  conmuevee porque nos provoca el sentimiento de haber perdido a un gran amigo, que quiso a Chile y a toda la familia de Achipec. El hermoso testimonio que nos han entregado sus hijos al comunicarnos que “no habrá funeral porque nuestro padre donó su cuerpo en vida a la ciencia”, así como nos entregó su talento en la veintena de libros con que nos alumbró el camino para entender más   la importancia del periodismo científico, nos resulta un testimonio acorde con lo que fue su vida. Una entrega al periodismo, a la ciencia y a su familia. Por Sergio Prenafeta Jenkin, periodista científico.

Con Manolo recorrimos los caminos de América dictando seminarios. Tenía la envidiable memoria de recordar los nombres de todos los alumnos con sus respectivos países. Me pedía que yo pasase la primera lista mientras observaba, uno por uno, a los periodistas. Eso le bastaba para nombrarlos siempre por su nombre de pila y hacer el correspondiente comentario de una anécdota que vivió en cada capital.

Cada vez que llegábamos a un país, diferentes instituciones querían darle recepciones en su honor, las que diplomáticamente rechazaba. Prefería dialogar con sus colegas y, por cierto, atender las consultas de los alumnos que estaban realizando seminarios y tesis. Nunca dejó de responder desde España  cuestionarios y entrevistas. En una revisión de 240 memorias de título hechas en las escuelas de Periodismo de Chile, en el 90% de ellas aparecen referencias a los libros o a las entrevistas de Manolo.

Su primera salida internacional en el campo de la enseñanza del  periodismo científico lo hizo a Chile. Entre el 16 y el 18 de octubre de 1962 se realizó en Santiago  el Primer Seminario Interamericano de Periodismo Científico, convocado por la OEA. Concurrieron expertos de Europa y Norteamérica y aquí Manolo conoció, entre otros, a Richtie Calder, Premio Kalinga de la Unesco a la comunicación de la ciencia.

Desde Santiago y con la anuencia de la OEA surgió un movimiento renovador que echó las bases de los cursos de periodismo científico de CIESPAL, en Quito, y que luego creó en Colombia el Centro para la preparación de material científico para la prensa, Cimpec, con sede en Bogotá. Manolo fue el gran impulsor de estas iniciativas, como luego lo fue de los cursos que dimos con respaldo del Pacto Andino y la Fundación Adenauer.

En el congreso de la Asociación Iberoamericana de Periodistas Científicos que realizamos en Buenos Aires, nombramos a Manolo Calvo como  “Maestro del Periodismo Científico”. Desde Santiago le llevamos un galvano hecho sobre madera, que él conservó hasta el último día de su vida en su hogar, “porque está hecho y conserva el mejor espíritu de los bosques milenarios de Chile”.

En el ámbito más humano, teníamos cumpleaños la misma semana del año y también hijas con síndrome de Down, lo que nos acerco mucho más como familia. La tercera coincidencia estuvo en privilegiar la comunicación de la ciencia, siendo desde la distancia geográfica pero desde la cercanía espiritual uno de sus discípulos.

Sergio Prenafeta Jenkin

 

 

 

 

 

 

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